¿Jugar para divertirse o para competir? Esta pregunta surge muy a menudo sobre todo dentro del grupo que rodea a los niños que en edades tempranas comienzan a practicar algún deporte en particular. El principal temor de los padres radica en saber diferenciar cuando un chico no se lo está pasando del todo bien tanto en los entrenamientos con sus compañeros como también durante los propios partidos del fin de semana.
Jugar para divertirse o para competir: Motivos de la práctica de un deporte
Los dos motivos principales por los que un niño comienza a practicar deporte son, primero, porque los padres ven con buenos ojos el inicio de una actividad deportiva para inculcar el valor que este tendrá a lo largo de su vida. Ese hecho los acerca, casi siempre, al deporte que ellos mismos han practicado durante toda la vida.
Pero, por otro lado, puede existir la posibilidad de que el propio niño sea quien tome la decisión y les proponga a sus padres la idea de comenzar a practicar una actividad en particular. Este punto tiene su principal incidencia en el deporte que estén practicando sus amigos del cole y, a su vez, debería ser un motivo muy importante por el que los padres sabrán que su hijo ha tomado la decisión de participar de esos encuentros deportivos por propia decisión, dejando en claro que se trata de una actividad para divertirse y pasarla bien.
Jugar para divertirse o para competir: La importancia de la comunicación
Sin embargo, y más allá de cual sea la forma por la que el niño tiene ese primer acercamiento al deporte, la importancia de la comunicación constante con los padres debe estar sostenida en el acompañamiento para saber discernir cuando un niño se encarga de jugar para divertirse o para competir. El problema es que muchas veces la competencia va tomando forma e interés a medida que el tiempo pasa, y no es lo mismo ir a jugar con sus amigos a los 5, 6 o 7 años que hacerlo a los 11 o 12.
Evidentemente el propio entorno, formado por sus compañeros, los padres y el entrenador se encargará de generar un contexto propicio para que la competencia vaya aflorando a medida que pasan los años. Pero ese no es el problema principal, de hecho, es lo más lógico. La cuestión pasa por saber qué es lo que está sintiendo el chico en cada momento. Y que el mismo decida si lo mejor es jugar para divertirse o para competir. Por eso decimos que la comunicación constante con los adultos debe servir para detectar cualquier situación con la que el niño no se sienta cómodo.
Acercamiento al deporte en general
Es cierto, cuando elaboramos en nuestra mente una lista con las características del fútbol infantil, probablemente la primera palabra que se nos ocurra estará relacionada con el ocio, la diversión o la alegría que debiera generar una actividad tan básica como necesaria en las edades más tempranas de la vida. Sin embargo, muchos entrenadores y padres no entienden este concepto e intentan inculcar desde el principio la necesidad por obtener el mejor rendimiento durante la competencia. Y ese es un error muy habitual en cualquier deporte, pero sobre todo en el mundo del fútbol. Por eso, el hecho de que en las edades tempranas el deporte sea inculcado sin ningún tipo de presiones será fundamental para que se desarrolle en el niño un acercamiento tanto hacia la activad en particular, como hacia el deporte de manera general.
En caso contrario corremos el riesgo de generar un efecto totalmente opuesto. Donde el niño se aleje para siempre de la actividad física simplemente por una mala experiencia en el comienzo de su vida deportiva donde el error fue de los adultos. Quienes no supieron notar la diferencia entre jugar para divertirse o competir.
Conclusión
Lo importante es tener en claro que no hay un momento específico en el que los niños dejan de acudir a los entrenamientos y a la competición con la idea de divertirse para pasar a ser una necesidad de obtención de rendimientos. Sino que más bien es un proceso muy largo y que se va dando de manera natural, y es por eso que se debe insistir con la cercanía de los adultos durante todo ese proceso. Ya que en ese camino pueden suceder muchas cosas, como un entrenador de fútbol infantil que prioriza rendimientos sobre ocio en las edades más tempranas o la propia presión que producen los adultos sin apenas darse cuenta.
Comentarios recientes