La tristeza y la desmotivación, son dos estados de ánimo muy propios de la depresión. Este trastorno mental últimamente aparece muy frecuentemente en personas de cualquier edad y es una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo. En este artículo hablamos sobre la actuación del ejercicio físico frente a la tristeza y la desmotivación.
Si bien es cierto que existen y se aplican muchos tratamientos psicológicos y fármacos para poder combatirla, la dificultad para poder erradicarla del todo y los efectos adversos que presentan algunos antidepresivos hacen que sea necesario optar por otras terapias alternativas.
Ante esta situación, y tras muchísimos estudios que lo demuestran, hoy vemos cómo actúa el ejercicio físico frente a la tristeza y la desmotivación, ya que ha demostrado ser un complemento absolutamente eficaz a la hora de prevenir y tratar la depresión.
Diferencia entre depresión y un bajo estado de ánimo
Muchas veces utilizamos erróneamente la palabra ‘depresión’ para describir un mal día. Sin embargo, lo más probable es que en un mal día de trabajo o un mal día a nivel familiar, no se vea afectada nuestra capacidad de realizar tareas o que incluso resulte una sensación temporal que casi siempre desaparece en cuestión de uno o dos días. En este caso, no estamos hablando de una depresión y resulta muy importante diferenciarlo de ella. Ya que en este tipo de casos estamos hablando de una enfermedad mental que llega a limitar la vida de las personas que la padecen.
Simples cuestiones como levantarse de la cama, acudir al trabajo, sentarse a leer y repasar apuntes, o realizar las tareas rutinarias y practicar ejercicio físico son cosas que pueden dejar de hacerse cuando se padece la depresión. Por eso se suele decir que es una enfermedad altamente incapacitante, y es que las personas con este trastorno creen que no tienen la capacidad para poder realizar ninguna de estas actividades.
El ejercicio físico frente a la tristeza
Cuando hablamos de los cambios que produce el ejercicio físico frente a la tristeza y la desmotivación, tratamos principalmente todas las armas mentales que se ven activadas para combatirla.
Uno de los objetivos de quien padece una depresión debería ser retomar las actividades previas a que ocurriese este trastorno. Y esta es una de las formas más habituales y recomendadas para lentamente lograr aliviar los efectos negativos. La práctica de ejercicio debe formar parte obligatoria de esa lista de tareas que se deben retomar. Y, si no era algo que se hiciera anteriormente, resulta el momento ideal para iniciarse de manera progresiva.
A nivel físico, las contracciones musculares de forma repetida durante la actividad generan señales que involucran todos los órganos y sistemas, entre los que se encuentra el cerebro. Estos cambios y alteraciones neuronales modifican los circuitos de los patrones mentales que generan la depresión.
Al producirse el ejercicio físico, los músculos nutren a la sangre de una gran cantidad de sustancias químicas que afectan a las neuronas, generando que puedan repararse. Y, en rasgos generales, mejorar su funcionalidad incrementando su capacidad de conexiones. Un hecho científicamente conocido como neuroplasticidad.
Muchos fármacos se caracterizan por generar este mismo efecto mediando, con su acción, en los niveles cerebrales de este tipo de químicos. Pero a través del deporte esto se produce de manera totalmente natural. Y es por eso que el ejercicio físico frente a la tristeza y la desmotivación resulta absolutamente necesario.
La actividad física y nuestra fisionomía o aspecto corporal
Por último, el ejercicio físico frente a la tristeza encuentra otra motivación muy interesante. Y es que cuando una persona se encuentra en esta situación depresiva, una de las posibilidades es que observe a su figura como algo negativo y por eso deje de tomar precaución en cuanto a lo que consume y a la cantidad en la que lo hace. La sensación de fatiga aparece ante cualquier actividad física. Y con ello también se produce la baja en la percepción de fuerza, resistencia y seguridad en los movimientos.
La sensibilidad ante el dolor también crece, por lo que se evitan todos los ejercicios y movimientos que generen la más mínima molestia.
Por eso, la recomendación es comenzar cuanto antes con la actividad física ante un cuadro como este. Ya que un cuerpo activo físicamente es exactamente lo contrario. Se produce un cambio de fisionomía, la postura es más erguida y hasta el lenguaje corporal parece renovado. Y lo más importante, la mente se ve arrastrada a un estado emocional de mayor plenitud.
Para esto resulta clave el comienzo del camino, cuando la persona debe enfrentarse a esas primeras sensaciones de molestia y malestar. Porque una vez superado ese esfuerzo se adquiere rápidamente una percepción de logro que contrarrestará el estado de depresión en general.
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